Caracas, 13 Sep. AVN.- La primera imagen que recuerda Ignacio "Nachito" Múñoz es la del mar refrescándole las "primeras pepitas de los ojos", por allá en las costas sucrenses, en el ahora inexistente pueblito de Maremare. Sus arenas parieron al hombre de galante sombrero que canta mientras conquista a "las señoritas que lo quieran", con esa dulce voz que marcó su vida con el colorido título de "Ruiseñor del Oriente venezolano".
"En mi campo soy feliz con el canto de las aves y por eso me pusieron "Ruiseñor", pero eso es de España. Yo me hubiera alegrado con piapoco o tucán, pájaros cucharones de cantos muy hermosos", introduce Nachito antes de desnudar su infancia a punta de versos libres.
Los recuerdos bailan en su cabeza y se enumeran apacibles debajo de los blancos bigotes que parecieran sonreír cada vez que la alegría inunda a Ignacio: "Yo transformé todo el cuento de Blancanieves, que me narró el profesor de la escuela, en décima. Lo hice a los ocho años sin conocimiento de que eso era poesía, sin diccionario de las rimas, sin figuras retóricas ni licencias poéticas".
El pequeño Ignacio se atrevió a mostrar su improvisado experimento al profesor y recibió una respuesta sorpresiva: "¡Esto merece una gira por Margarita!" Y así fue. En lancha y con un sustico en el pecho, el niño de ocho años partió hasta Nueva Esparta y se encontró con diversiones como "La cochina", "La culebra" y ruidosos cohetes decembrinos que aunque lo asustaron, avivaron en él sus nacientes creaciones.
La inquietud había despertado. Al regreso de la isla, el niño se aventuraba a observar cómo las hojas frescas recogidas del campo levantaban altares en honor a difuntos, escuchaba cantos mezclados con lamentos en los velorios y disfrutaba de los versos entonados por poetas en jolgorios orientales en donde el galerón era el caballero más querido y solicitado por el público.
Del primer terruño añora la tierra húmeda, el olor a flor recién bañada por las tardes, la carapa (árbol) sancochada para sanar heridas, el chapuzón frío en los ríos dulces, el bagre y, por sobre todo, la carne del cangrejo. "Mi hermano y yo íbamos todas las tardes a cazar cangrejos y a coger pececillos en el mar, para llevárselos a mamá y ella esperaba contenta porque con esa carne rellenaba las arepitas", dice con alegría el "Ruiseñor".
Por decisión conjunta, Ignacio y su familia abandonan el campo natal cuando él amasaba 16 años de edad. La arena de Maremare se la cargó en los bolsillos, en las estrofas de sus décimas y en la estrategia pueril de robar corazones a jovencitas "de modos amables, sonrisa entrañable y mirada soñadora", entona en verso.
Río Seco de Irapa preparó el terreno para el adolescente y cimentó la piedra de su hogar. De allí surgió su única hija, un retoño proveniente de esas tierras y de esas jovencitas que sirven de inspiración transitoria para el poeta.
Era julio de 1969 y el hombre llegaba por primera vez a la superficie lunar. El acontecimiento provocó un revuelo en el muchacho, de 17 años cumplidos, traducido en un gustoso galerón oriental que sedujo y también confrontó a sus vecinos de la costa sucrense. "Yo hice un canto con lo que vi durante el aterrizaje, pero la gente no sabía qué responderme porque era un tema actual. Cuando tú cantas tienes que conocer el contexto", comenta Múñoz.
Aquella fue la primera vez que el joven se presentó en público y aunque pasó por incomprendido, dejó sentado una propuesta innovadora, de contenido actual que caracteriza el verso ruiseñor de Nachito y lo hacen merecedor del título popular conservado por años.
Defensor de la décima
"La décima es una niña con perlas en el pecho/que lleva un vestido hecho con hilos de campiña/Es el guarapo de piña de esencias y colorantes/que con rimas consonantes se adorna las vestiduras/Es la miel espesa y pura en labios de cantantes./En labios de cantantes/Es la palabra del sabio que de cada labio suspira versos brillantes..." canta el "Ruiseñor" para describir lo que mejor sabe hacer.
El género musical se pinta de color campestre, es peculiar en su estructura gramática y, generalmente, expresa situaciones cotidianas del trabajador del campo, fiestas populares o querencias del cantor que las entona.
Nachito ganó escenarios nacionales, se dio a conocer en festivales, se convirtió en patrimonio cultural vivo de Venezuela y en defensor del género.
"Los que están conmigo tienen que mantener el género para que las nuevas generaciones la sientan viva, sientan que les pertenece como pueblo venezolano. Yo, como representante de la décima, digo que no es un canto mío, porque eso lo cantó mi abuelo, mi tío y mi padre. La décima es un canto para el pueblo. Yo sólo trato de mantenerla viva", destaca el cultor.
Así es Nachito, voz de Oriente y pueblo, hombre caminante con sombrero alto, pícara sonrisa y galante compañía porque, como él mismo se describe: "Soy el de machete y garabato para el campo, de cuaderno de escritura para el verso, de micrófono y cuatro para el canto".
AVN 13/09/2012 09:57



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